"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



jueves, 21 de abril de 2011

Toma esta sonrisa, la última del mes.



Todavía no habían terminado los gritos, pero para mi cabeza ya no sonaban. Veía sólo sus muecas, la agilidad con la que coordinaban el arco de sus cejas con las comisuras de sus labios. Estaban tan acostumbrados a hacerlo...
Entonces entendí que en algún espacio de mi alma, profundamente los odiaba. No estaba frustrada ni sulfurada, estaba destruida odiándolos tan apasionadamente que sólo podía entender lo mucho que los amaba. Era la misma cosa, era un solo sentimiento hacia ellos que combinaba el rechazo, la necesidad de alejarme, y la desesperación por no perderlos nunca. Y definitivamente quería dejar de sentirlos, dejar de necesitarlos cerca y lejos a la vez, dejar de sufrir cada día de mi vida porque ahí estaban.

Los divisé, a sólo unos pasos de mí discutiendo entre ellos, como si yo hubiera dejado de existir, hablando sobre alguien que llevaba mi nombre mas no pude reconocer, eran ellos, esos dos seres los culpables de tantas cosas en mi vida, los que me asían a padecer una vida idéntica a sus miserias. Y entendí que mientras siguiera allí, sólo podría llegar a odiarme como ellos lo hacían, eran mi futuro, eran lo que esperaban de mí.

Podían darme todo, y de hecho creo que siempre se sintieron orgullosos por convencerse de que así lo fue, pero lo que a mi me llegaba era nada.
Luchaba con mi cabeza, hubiera querido arrancarme el corazón que siempre supo sólo retroalimentarse, quería negarlo, quería alzar la voz al nivel de sus gritos pero nada salía de mí. El miedo había entumecido el dolor y su reacción. La soledad era tangible, podía llorar, arrepentirme y fingir que nada había pasado para volver a los días corrientes de mi vida, pero la soledad no se iría, otra vez confundía amor con compañía, control con protección. Lamentablemente ellos no sabían amarme, y yo no podía seguir rogando por al menos contención. Estaba sola, era un hecho. Podía fingir y continuar mintiéndome, o aceptar la realidad y hacer de mi vida algo, lejos de ellos, lejos de ese ambiente paternal que me consumía los días...

Y otra vez los amaba, los amaba tanto que entendí que necesitaba estar lo suficientemente lejos para no lastimarlos, para no dejarles entrever ( o dejarme a mí entender) que el amor es tan impreciso que a veces podemos confundirlo con costumbre, con necesidad.. o incluso hasta con papá y mamá.

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