"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



lunes, 31 de enero de 2011

¿Cómo puede uno extrañar lo que tanto le afecta?

miércoles, 12 de enero de 2011

No retornable

Lo lamenté muchísimo.
Verme reflejada en escaparates y charcos sucios de calles anónimas, salpicadas de angustia infinita, esa que nace en tu pecho para quedarse, que por más que la vida y sus momentos fugaz y falsamente felices intenten revertirla, jamás lograrán extinguirla por completo. Son esas manchas indelebles que impregnan tu alma y te convierten a menudo en un ser diferente al que eras.
Quisiera tener un video grabado de la tarde de ayer, o una historia redactada de forma impecable detallando cada lágrima que no pudo salir. Y sin embargo jamás llegarías a comprender esa soledad reprimida, ausente y necesaria, que robándome la vida no se decidió a matarme por completo. Iba errante, entre un laberinto de edificios y casas desalojadas, porque en mi realidad paralela el mundo está deshabitado, y no hay nadie que oiga, que se detenga, o que distinga el tenue brillo invisible de un alma que tomo un cuerpo que no le pertenecerá jamás.
Así me sentí, como una usurpadora, una farsante que había tomado una vida que no le correspondía y ni siquiera sabía cómo usarla. Sigo convencida de que el mero hecho de respirar no es condición suficiente para determinar si un ser sigue con vida. Podría dar prueba empírica y fehaciente.
Entonces tomar la hora y cuarto de ayer, sentada en el pórtico de un hombre sin nombre, sin oficio, sin futuro, errante como yo, amante de una pasión y preso de dos vicios, y regalarte la espera, y los peldaños que nunca bajó, la demora que terminó en ausencia, desconsuelo y la soledad más concreta que creo ese ser que ahora toma este cuerpo.
El desenlace o la reacción siempre fue la misma, nicotina para esa asfixia indispensable y las calles interminables que llevan todas a los mismos sitios: oscuros cielos negros, ojos hambrientos y alguien siempre dispuesto a calmar tu dolor con uno nuevo.
Lamenté los años vividos, lamenté ese dolor que me devoraba por dentro y dejaba una miseria, un ser corroído y lleno de ira, indiferente y frívolo. Lamente ese monstruo que todo mi pasado había forjado y que mi futuro prometía incentivar. Sin inocencia y con amplia libertad, asesinándome y dejando un límite bien marcado que nadie más pudiera atravesar. Hay un muro inmenso entre mi vida y la humanidad.
Y en momentos como ayer, quedan escondidas las causas y explicaciones, cuando ya no tengo nada más para dar, cuando notan que mi sangre es de hiel, y ya no puedo sentir nada… Miedo, ese es mi pasado y ya no lo tengo. Tengo cicatrices por todo el cuerpo, por más que no las veas, están por dentro. Ya no tengo ganas, ni deseos por irme o volver, o dejarme por siempre, ya no tegno siquiera la sensación de que me falte todo.
Ya no puedo volver a sentir. La realidad es sádica, y yo aun más que ella. Es un noventa y ocho por ciento que aborrezco y el restante dos, somos unos pocos desilusionados de la vida que de a poco nos fuimos suicidando hasta vivir muertos.
Lamenté los encuentros desafortunados, lamenté el amor que sólo te despierta y te hace sentir sublime para luego devolverte a tu antigua vida pero ahora con conciencia de que antes de él siempre habías estado muerto.
Pero esta soy, sin estar definidamente y un poco abstracta, tengo conciencia e infelicidad, tengo necesidad, esa sensación de que algo te falta, algo que no deseabas hasta conocerlo. Y Ahora vivir con esa insatisfacción en las células, es estar desarmado, con un componente menos en la sangre, totalmente desabrido. Una agonía, la muerte está en la vida, ¿cómo te explico?
Una vez que pasan ciertos acontecimientos, una vez que nuestra mente se aviva no hay nunca más regreso. No hay forma de despertar de un sueño y volver a dormir con la intención de regresar al mismo sueño. No hay manera, una vez que abrimos los ojos, lo que vimos, no se borra con cerrarlos. Y ese pequeño click, simbolismo de que ya no hay reversa, en mi vida se repite y cada vez estoy más lejos de lo que era y más diferente de lo que nunca podré volver a ser.
Asique cuando me preguntes ¿por qué? Por qué mis ojos ‘irrellenables’, por qué tan remota estando a tu lado, por qué la áspera calidad de mis abrazos, por qué el silencio y los suspiros lánguidos, por qué esa expresión inalterable que jamás podrá recuperarse de lo que le tocó ser espectador...
Cuando me preguntes, voy tomar la tarde de ayer, y todas las otras que significaron el abandono de una parte de mí, para justificar este monstruo que ahora ves en lugar de lo que alguna vez fui, que no es más que la reacción opuesta a la bestialidad y miseria con la que nos ataca la mismísima humanidad.

lunes, 10 de enero de 2011

C U NEXT TUESDAY

El taxi necesariamente tuvo que doblar esa esquina y darle derecho, y la noche necesariamente tuvo que acabar en ese agujero negro con luces de colores. Necesariamente debíamos estar ahí en un momento preciso, y estuvimos... ¡¡¿Pero por qué?!! ¡¡¿Cuál es esa bendita necesidad?!!


Muy probablemente sea el efecto desempleo, las horas libres que en vez de sesenta ahora guardan quinientos minutos, y los pensamientos que se reproducen incesantes a partir de un sexo violento entre ellos. Ahora se me ocurrió culpar a mi personalidad, a mis pocos años y a mis ganas vacías por hacer lo que no se debería moralmente.
Pero me aburrí un tanto de ‘autoapalearme’ y medida que pasa el tiempo entiendo menos a la gente y me entiendo menos a mi misma. Detesto a la gran mayoría, no la soporto, me molesta y confunde tener que compartir el mismo mundo y la misma época en la historia. Y eso es lo único que viró a trescientos sesenta en mi vida, antes la apatía era hacia mi misma, ahora también es hacia el resto, y nace en mí una pequeña indiferencia que en cuanto la perturban se vuelve ira.
Cuando uno se aburre y el tiempo corre como una cascada empieza a funcionar la parte derecha de nuestro cerebro, nos olvidamos de la lógica por un tiempo y le damos rienda suelta a las boludeces: el amor, los sueños, la creatividad y junto a ellos surgen oportunidades para experimentar todo tipo de sentimientos no secuenciales, que surgen imaginariamente y no porque en verdad existan. En otras palabras, creamos sentimientos en nuestro cerebro... ¿se entiende la incoherencia? en nuestro cerebro, cuando deberían directamente sentirse en el corazón o el alma. Inventamos, ese es el error y esa es la palabra. Ficción, que en mi ser netamente negativo siempre tiende a ser dramática y a desencadenar angustias e innovadoras ideas fatales o extremadamente trágicas.
Me enferma el tiempo vacío, la libertad, poder elegir y la falta de obligaciones y responsabilidades que me entretengan, me preocupen y me produzcan nervios y dolores mentales. Cuando los quehaceres desaparecen, es donde me activo y la originalidad prende la lamparita y empieza a maquinar sensacionales escenarios terroríficos salidos de alguna novela de Stephen King.
Entre todo este refuncionamiento mental, se me ocurrió ser idealista, y dicha elección me está matando. Cada día se un poco menos, entiendo un poco menos y espero, de la misma manera, un poco menos. Quisiera ser como aquellos que tanto discrimino, que aborrezco y me perturban la existencia, esos que tienen los horizontes tallados en su ventanas y para los cuales la altura es la que determinan las nubes, o aun más preocupante, el tejado de sus propias casas. Para ellos no hay futuro y no les preocupan porque tampoco lo esperan, porque saben acertadamente sin analizarlo que el mismo nunca llega. Para ellos que creen que la felicidad es un estado y no una condición del ser. Para ellos, que contemplo desde un tercer plano con una sensación mitad agradecida y otra mitad desconsolada.
Hay un esquema para todo calculo... Y mi vida debe estar incluida... Si no el rechazo a la misma no hubiera fallado..
¿No?

martes, 4 de enero de 2011

21 hs. Salgo a correr, cuatro vueltas (dos mil cuatrocientos metros en total), no doy más. Exigencia al máximo, y no hay caso: NO doy más. Freno, me acuesto sobre el pasto y me digo a mi misma con impotencia:

Se solicitan a la brevedad un par de pulmones nuevos...
y con más urgencia por favor, un atado de cigarrillos de veinte.

Desaparezco.

No volvió(volvieron) a llamar nunca. El año se fue desanimado por el portal del olvido y de la misma manera llegó otro, de imprevisto y sin ninguna invitación en sus manos. Sin bienvenida se fue acomodando en mi espacio, en el molde agrietado y mal formado que había dejado como huella el anterior. Y no llamo, y lo remplacé, y su reemplazo creo que llamo alguna vez, pero hice de cuenta que no. Ningún llamado se refería a mí, todos buscaban a otra persona farsante y sagaz que había utilizado mi nombre. Quizás hasta había utilizado también mis años y mis ganas porque ninguno de ellos me aludía tampoco a mí.
Miré para atrás, había llegado a un nuevo enero con las manos vacías y sin la fuerza necesaria para defenderme, en el caso de que más tarde se me ocurriera atacarme.
Los dos primeros días del año fueron espaciosos y me regalaron algunas horas de más, las necesarias para confeccionarme un error sublime, una excusa perfecta para reprocharme y anidar nuevamente remordimientos y venenosa culpa, de esa que si durara más de cuatro días te mata. Ahora me restan tres días de tortura hasta que llegue el veredicto, y entonces sabré si dios me perdona una vez más o me condeno yo misma. Y para no martirizarme tanto con ese asunto modifiqué mis sueños y les puse ese dejo fatalista que es componente exclusivo en mi sangre. En ellos pasaron cosas horribles, tanto que algunas fundieron la realidad y lograron pasarse a ella cobrando vida: mis miedos. Miedo a las muertes sobre todo, todas las muertes menos la mía, que en cambio esa me fascina.
Entre enfermedades, nuevas vidas, y la partida de lo único que amo (todas ellas probabilidades) colapsé, y lo único que verdaderamente sé hacer muy bien lo hice. Porque aunque quedaran aun muchas escapatorias, lo necesitaba, porque alargarlo no me proporcionaba el pago suficiente para aliviar mi impaciencia, mi preocupación y para conseguir el olvido.
Entonces desaparecí, llana y rotundamente. Me fui, a ningún lado por cierto, pero escapé de mi pasado, de mi rutina, de mis responsabilidades, obligaciones y me fui corriendo detrás de esa magia espontánea que guía mis actos y genera las únicas órdenes que se seguir al pie del pedido: mis antojos, mis ganas, mi desidia, mi cansancio. Soy débil cuando me paro frente a mí. Puedo decirle que no a quien sea y a lo que sea (incluyendo a la vida misma) pero cuando se trata de mí, la potencia de mi negativa aminora, y soy sumisa y vulnerable a mis caprichos.

Estoy demasiado preocupada como para seguir escribiendo. El jueves hablamos, espero traer noticias buenas, de lo contrario... no me imagino lo que me espera, porque de hecho no habría nada más para imaginar jamás. No depende de mí, ya actué, ya me equivoqué otra vez, ya estoy. Ahora está todo en las manos de Dios, Buda, el karma, la suerte o la biología. Pero en mí, ya no.