El taxi necesariamente tuvo que doblar esa esquina y darle derecho, y la noche necesariamente tuvo que acabar en ese agujero negro con luces de colores. Necesariamente debíamos estar ahí en un momento preciso, y estuvimos... ¡¡¿Pero por qué?!! ¡¡¿Cuál es esa bendita necesidad?!!
Muy probablemente sea el efecto desempleo, las horas libres que en vez de sesenta ahora guardan quinientos minutos, y los pensamientos que se reproducen incesantes a partir de un sexo violento entre ellos. Ahora se me ocurrió culpar a mi personalidad, a mis pocos años y a mis ganas vacías por hacer lo que no se debería moralmente.
Pero me aburrí un tanto de ‘autoapalearme’ y medida que pasa el tiempo entiendo menos a la gente y me entiendo menos a mi misma. Detesto a la gran mayoría, no la soporto, me molesta y confunde tener que compartir el mismo mundo y la misma época en la historia. Y eso es lo único que viró a trescientos sesenta en mi vida, antes la apatía era hacia mi misma, ahora también es hacia el resto, y nace en mí una pequeña indiferencia que en cuanto la perturban se vuelve ira.
Cuando uno se aburre y el tiempo corre como una cascada empieza a funcionar la parte derecha de nuestro cerebro, nos olvidamos de la lógica por un tiempo y le damos rienda suelta a las boludeces: el amor, los sueños, la creatividad y junto a ellos surgen oportunidades para experimentar todo tipo de sentimientos no secuenciales, que surgen imaginariamente y no porque en verdad existan. En otras palabras, creamos sentimientos en nuestro cerebro... ¿se entiende la incoherencia? en nuestro cerebro, cuando deberían directamente sentirse en el corazón o el alma. Inventamos, ese es el error y esa es la palabra. Ficción, que en mi ser netamente negativo siempre tiende a ser dramática y a desencadenar angustias e innovadoras ideas fatales o extremadamente trágicas.
Me enferma el tiempo vacío, la libertad, poder elegir y la falta de obligaciones y responsabilidades que me entretengan, me preocupen y me produzcan nervios y dolores mentales. Cuando los quehaceres desaparecen, es donde me activo y la originalidad prende la lamparita y empieza a maquinar sensacionales escenarios terroríficos salidos de alguna novela de Stephen King.
Entre todo este refuncionamiento mental, se me ocurrió ser idealista, y dicha elección me está matando. Cada día se un poco menos, entiendo un poco menos y espero, de la misma manera, un poco menos. Quisiera ser como aquellos que tanto discrimino, que aborrezco y me perturban la existencia, esos que tienen los horizontes tallados en su ventanas y para los cuales la altura es la que determinan las nubes, o aun más preocupante, el tejado de sus propias casas. Para ellos no hay futuro y no les preocupan porque tampoco lo esperan, porque saben acertadamente sin analizarlo que el mismo nunca llega. Para ellos que creen que la felicidad es un estado y no una condición del ser. Para ellos, que contemplo desde un tercer plano con una sensación mitad agradecida y otra mitad desconsolada.
Hay un esquema para todo calculo... Y mi vida debe estar incluida... Si no el rechazo a la misma no hubiera fallado..
¿No?
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