"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



miércoles, 12 de enero de 2011

No retornable

Lo lamenté muchísimo.
Verme reflejada en escaparates y charcos sucios de calles anónimas, salpicadas de angustia infinita, esa que nace en tu pecho para quedarse, que por más que la vida y sus momentos fugaz y falsamente felices intenten revertirla, jamás lograrán extinguirla por completo. Son esas manchas indelebles que impregnan tu alma y te convierten a menudo en un ser diferente al que eras.
Quisiera tener un video grabado de la tarde de ayer, o una historia redactada de forma impecable detallando cada lágrima que no pudo salir. Y sin embargo jamás llegarías a comprender esa soledad reprimida, ausente y necesaria, que robándome la vida no se decidió a matarme por completo. Iba errante, entre un laberinto de edificios y casas desalojadas, porque en mi realidad paralela el mundo está deshabitado, y no hay nadie que oiga, que se detenga, o que distinga el tenue brillo invisible de un alma que tomo un cuerpo que no le pertenecerá jamás.
Así me sentí, como una usurpadora, una farsante que había tomado una vida que no le correspondía y ni siquiera sabía cómo usarla. Sigo convencida de que el mero hecho de respirar no es condición suficiente para determinar si un ser sigue con vida. Podría dar prueba empírica y fehaciente.
Entonces tomar la hora y cuarto de ayer, sentada en el pórtico de un hombre sin nombre, sin oficio, sin futuro, errante como yo, amante de una pasión y preso de dos vicios, y regalarte la espera, y los peldaños que nunca bajó, la demora que terminó en ausencia, desconsuelo y la soledad más concreta que creo ese ser que ahora toma este cuerpo.
El desenlace o la reacción siempre fue la misma, nicotina para esa asfixia indispensable y las calles interminables que llevan todas a los mismos sitios: oscuros cielos negros, ojos hambrientos y alguien siempre dispuesto a calmar tu dolor con uno nuevo.
Lamenté los años vividos, lamenté ese dolor que me devoraba por dentro y dejaba una miseria, un ser corroído y lleno de ira, indiferente y frívolo. Lamente ese monstruo que todo mi pasado había forjado y que mi futuro prometía incentivar. Sin inocencia y con amplia libertad, asesinándome y dejando un límite bien marcado que nadie más pudiera atravesar. Hay un muro inmenso entre mi vida y la humanidad.
Y en momentos como ayer, quedan escondidas las causas y explicaciones, cuando ya no tengo nada más para dar, cuando notan que mi sangre es de hiel, y ya no puedo sentir nada… Miedo, ese es mi pasado y ya no lo tengo. Tengo cicatrices por todo el cuerpo, por más que no las veas, están por dentro. Ya no tengo ganas, ni deseos por irme o volver, o dejarme por siempre, ya no tegno siquiera la sensación de que me falte todo.
Ya no puedo volver a sentir. La realidad es sádica, y yo aun más que ella. Es un noventa y ocho por ciento que aborrezco y el restante dos, somos unos pocos desilusionados de la vida que de a poco nos fuimos suicidando hasta vivir muertos.
Lamenté los encuentros desafortunados, lamenté el amor que sólo te despierta y te hace sentir sublime para luego devolverte a tu antigua vida pero ahora con conciencia de que antes de él siempre habías estado muerto.
Pero esta soy, sin estar definidamente y un poco abstracta, tengo conciencia e infelicidad, tengo necesidad, esa sensación de que algo te falta, algo que no deseabas hasta conocerlo. Y Ahora vivir con esa insatisfacción en las células, es estar desarmado, con un componente menos en la sangre, totalmente desabrido. Una agonía, la muerte está en la vida, ¿cómo te explico?
Una vez que pasan ciertos acontecimientos, una vez que nuestra mente se aviva no hay nunca más regreso. No hay forma de despertar de un sueño y volver a dormir con la intención de regresar al mismo sueño. No hay manera, una vez que abrimos los ojos, lo que vimos, no se borra con cerrarlos. Y ese pequeño click, simbolismo de que ya no hay reversa, en mi vida se repite y cada vez estoy más lejos de lo que era y más diferente de lo que nunca podré volver a ser.
Asique cuando me preguntes ¿por qué? Por qué mis ojos ‘irrellenables’, por qué tan remota estando a tu lado, por qué la áspera calidad de mis abrazos, por qué el silencio y los suspiros lánguidos, por qué esa expresión inalterable que jamás podrá recuperarse de lo que le tocó ser espectador...
Cuando me preguntes, voy tomar la tarde de ayer, y todas las otras que significaron el abandono de una parte de mí, para justificar este monstruo que ahora ves en lugar de lo que alguna vez fui, que no es más que la reacción opuesta a la bestialidad y miseria con la que nos ataca la mismísima humanidad.

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