"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



viernes, 30 de septiembre de 2011

Primavera postergada.

Once de la mañana, llega mamá a casa con la primavera estampada en la remera, con un aire liviano e inconteniblemente alegre, llevando en la mano una rosa de plástico. Sí, esas artificiales de tela o de algún material “duradero”, que vienen con una especie de pegamento, algún tipo de sustancia transparente que se solidifica a modo de pequeñas gotitas intentando imitar el ‘rocío’. Una rosa, rosa, artificial. Me da un beso, un abrazo, de esos con mucha carga que vienen esperando desde el anterior cumpleaños o la navidad pasada y me la regala con una sonrisa.

Más tarde, llega papá con la misma envidiable energía. Me dio un beso, agregó un 'feliz primavera princesa' y sacó escondida, detrás de su espalda, una macetita negra con florcitas amarillas...  me dijo que la sacara al sol, que la regara y que en unos se iba a ocupar de plantarla en el jardín.

Y por último llegó él, que a esta altura podría llamarse Pablo, José o Eduardo y daría lo mismo. Me dio un beso en la boca con la lengua hundida hasta mi tráquea, me agarró bien fuerte por la cadera y sacó de la espalda un ramo de flores de veinticinco colores distintos, que definitivamente no combinaban, y a modo de galán recitó: “una flor para otra florcita”.

¿Es curioso no? Ya casi diez días desde aquel día, y la flor de mamá descansa en el lapicero de mi escritorio impecable, las florcitas amarillas de papá están durmiendo felizmente en el jardín, en cambio el ramo de Pedro o Nicolás, está completamente marchito, con las hojas en sepia y los tallos doblados.
Sí, puede que un poco de culpa tenga, puede que haya olvidado ponerlas en agua o hasta incluso de haberlas sacado del envoltorio... pero aun así, si me hubiera esforzado en hacerlo... ¿cuánto más creen ustedes que hubieran durado?


El amor es como una flor, algunas duran para toda la vida, otras crecen más y más a medida que pasan los días, y otras... simplemente se marchitan de tanta hipocresía.

martes, 27 de septiembre de 2011

Cada día que pasa me parezco menos a mi.
Anoche ya no necesité prender el televisor para poder dormir.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La parte del cuento donde el bueno va a morir.... pero decide volverse malo y sobrevivir.

Quizá debería felicitarlos a todos ellos, porque aunque no por sí solos, juntos entre todos lo lograron.
Me lograron un especie diferente, me abarataron y me perdieron entro otros tantos millones de ejemplares. Hoy soy tan de todos y tan de nadie. Me quitaron las ganas de volver a estar sola y las ganas de querer estar con un solo alguien.
Nunca digas nunca, porque en el momento que te prometes que nunca lo harás ya estás afirmando que aunque no sabes cuando, pasará.
Hoy le doy sí, a todo lo que alguna vez no supo como entrar en mi cabeza o no supieron como manejar mis manos. Eso que ayer me aterraba ser es lo que hoy veo cuando me veo en el espejo.
Tal vez no le pueda echar culpas a otros hombros que no sean los propios, pero dios, ¡siento que hubieron tantos culpables para este par de manos ensangrentadas...!
Tengo tantos nombres grabados cuando hago una revisión de los murmullos constantes de mi cabeza.
Aprendí a callar lo que mi cabeza dice y yo no tengo el gusto de escuchar. Aprendí a creer que basta pronunciar algo con los labios para que se vuelva verdad... El mundo y yo, somos lo que yo pienso y le demuestro al resto que somos. Lo objetivo es mentira, nadie conoce demasiado algo como para poder opinar sobre ello objetivamente.

Tengo las riendas de las agujas del reloj, tengo la brújula y mi propio norte, tengo todas las fichas de la ruleta en mis manos y todos los números a mi disposición. Aprendí que no existe ninguna escalera para llegar hasta allá arriba, que la única manera de trepar es ir escalando de persona a persona. Aprendí, muy mal quizás, que todas las apuestas hay que redoblarlas, sean buenas o malas, que la justicia no es una balanza, que la venganza siempre debe ser el mal sumándole por lo menos uno, y que cuanto más sume más justo será. Aprendí que hay que ser lo mejor en todo, hasta en lo peor, que hay que ser oveja y lobo... y hasta pastor, juez, parte y espectador.

Me enseñó la vida, me enseñaron aquellos a los que la vida le enseñó. Nos enseña a todos lo mismo, y hoy soy todo lo que alguna vez juré nunca ser.
Me siento más libre, el mal es una fuerza de temor que nos estanca cuando tenemos miedo de tocarlo, pero al aprender a dominarlo podemos encontrarle un sin fin de utilidades.
Es un juego de ajedrez, con la diferencia que la vida es el tablero y todos somos piezas blancas Y negras y entre todos nos vamos devorando.
La vida es un juego de canibalismo, yo no inventé las reglas simplemente aprendí a jugarlo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El corazón tiene razones que la razón no entiende.

Me siento a charlar, de un lado yo, del otro me observa fijo la razón.
Este no es un texto que guarde coherencia, así que si eso esperan encontrar recomiendo que pulsen la tecla de escape y prendan el televisor.
Me senté a hablar, estaba desesperada, nerviosa con las manos inquietas, los ojos desorbitados y la piel sudorosa. Nuestro cuerpo acostumbra a reaccionar de formas extrañas cuando experimenta por primera vez una sensación, cuando se enfrenta a “algo” que nunca antes se enfrentó.
En fin, me exaspera darme cuenta que hay infinidad de sensaciones y un sin límite de puntos máximos. Uno siempre tiende a pensar que llega al clímax, cuando soporta sensaciones tan fuertes (para bien o para mal), siempre pensamos que fue lo mejor o lo peor. Para nuestra cabeza y nuestra soberbia, creemos que nadie ama como nosotros, nadie sufre como nosotros, nadie es más bueno o más hijo de puta que nosotros, nos convencemos constantemente de que somos protagonistas de una vida única y particularmente excelente o deplorable, pero nunca ‘tranqui’, e incluso si nos llegara a parecer que es definitivamente “tranqui”, nos parecería que es por excelencia una tranquilidad sublime, jaja.
A lo que iba, retrocedo, siempre me convenzo de sufrir las más penosas angustias, pero mi corazón esta tarde, en la de ayer y en la de mañana se topó y topará con una angustia, no mayor ni menor en cuanto a intensidad, sino diferente. Diferente a todas las angustias anteriormente sufridas.
No entiendo, no entiendo el dolor concreto, no entiendo esta impotencia que fermenta en odio, hacia mí, hacía él, hacía ellos que hoy descansan como cadáveres en mi presente pero que en algún pasado estuvieron tan vivos como para hoy poner en duda mi existencia.

¿Qué carajo me pasó? Era un témpano, lo juro, era un maldito témpano, y hoy no soy nada, soy su sombra, soy la vereda de enfrente de su casa, soy la copa que descarta en alguna barra. No soy nada, soy mensajes sin respuestas y llamados que terminan siendo llantos, soy una sonrisa... la sonrisa más triste de todas.

Sacó todo, y lo apenó dejarme vacía, entonces me llenó de angustia, de resentimiento y de odio, para asegurarse de que estuviera acompañada un tiempo.
Quiso irse, en efecto lo hizo, pero no hasta cerciorarse de que su recuerdo me acompañaría por un buen rato. Porque él no está y no va a volver, está solo o quien sabe con quién, pero sabe que aunque él duerma sin mí, yo sigo durmiendo con él.

Querida razón, creo que empezaste a usar palabras que hasta ni yo comprendo para intentar hacerme entender que soy necia, crédula y que me niego a perder.
Querida razón, yo entiendo por demás, sos vos ahora la que me tiene que escuchar.
El corazón tiene razones que la razón no entiende... dicen, y así es. No me preguntés por qué, porque diga lo que diga siempre vas a saber como contestar, como descalificar y cerrar cada conversación convenciéndome de que estoy mal, de que estoy confundida y de que claramente no tengo la razón (por estúpido e ilógico que suene).
Pero quisiera que intentaras imaginar, que hay ciertas cosas que no podés procesar. No se traducen en lógica los sentimientos. Y lo que hoy yo siento, pesa más que todas las razones que vos me puedas enumerar.

Vale la pena darse contra la misma pared cuarenta y cinco veces, vale la pena las ciento veinticinco noches que llevo de llanto y en vela, valen la pena esas ganas ahogadas de perder la conciencia, esos millares de preguntas desconsoladas sin remitente, vale la pena dejar mi casa, salir corriendo, apostar mi vida y perderla, vale la pena quedarme sin nada, porque nada es lo que siento.
Porque te juro que si estarías dentro mío, corriendo como la sangre de mis venas, me acompañarías al casino a apostar esa vida, me abrirías la puerta de casa para que huyera, me harías compañía llorando conmigo cada noche y me guiarías hacia esa pared una y mil veces porque no te cansarías de verme golpear y caer, golpear y caer...
Por que me abrirías el cuerpo y sacarías lo que fuera para sacar el dolor, me arrancarías hasta el corazón con tal de aliviarme este mal...
Me entenderías lo sé, si callaras tu razón, si sólo sintieras lo que yo, dejaría de importar que el no me quisiera, dejarían de saber el amargo de todas sus mentiras, perderían su figura los rostros de todas las demás, nuestros oídos serían sordos para lo que no queremos escuchar y cerraríamos bien fuerte los ojos cuando él me dijera que los debemos cerrar.
Todo lo que hoy criticas, se justificaría. Cada estupidez, cada error, cada lágrima... cada maldito minuto que sufrí por él, se justificaría si sintieras lo que yo llamo amor.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Me hace tanta falta el dolor que me dabas... sólo eso.
Es insoportable sufrir sin vos. Es insoportable no tener motivos para estas lágrimas, no tener un nombre para esta soledad.

jueves, 1 de septiembre de 2011

To be or not to be?

Entre las muchísimas cosas que perdí este tiempo, estaban las ganas y mi pasión por escribir.
Me di cuenta que ya no tengo ganas no solo de escribir, sino que ni siquiera de procesar la vida en mi cabeza. ¿Hace cuanto no freno el tiempo para reorganizar conceptos, coordinar reflexiones o cocinar conclusiones?
No es que me sobre el día, (porque la gente angustiada sabrá entenderme muy bien cuando confiese que llorar es una tarea que ocupa mucho espacio del reloj, y más aun cuando la misma se vuelve una actividad cotidiana) pero realmente tendría, si quisiera, algunas horas extras para sentarme a plasmar pensamientos.
Pero no, últimamente largo vómitos de sentimientos reprimidos, que como me avergüenza escupirlos al mundo los escondo en la dimensión virtual. Y eso soy yo cuando escribo: una solterona de cuarenta y ocho años, divorciada en dos oportunidades, con trece kilos por sobre la media que propone el índice de masa corporal, que esta desesperada por recolectar migajas de amor, y mendiga... atemorizada por terminar sola, al punto tal que cree que cada hombre que se le cruza en el camino podría ser la última oportunidad de enamorarse en su vida.

Si nadie me conociera, si de prepo cayera en este blog y leyera, juro por dios que me haría una imagen mental así de la persona que escribe.
No hace falta aclarar quien soy, ni mi edad, ni lo que tengo, objetivamente. Porque por más que tuviera todo lo que quisiera, mientras me siga sintiendo de esta manera es lo que voy a seguir reflejándole al mundo.
No me canso de repetirlo, el mundo nos ve a través de nuestros ojos. No importa lo seamos importa lo que nosotros creamos ser, porque efectivamente eso seremos.
Cuando las cosas me salen mal (y les aseguro que eso es muy a menudo) suelo repetirme una y otra vez ¿por qué? ¿por qué mierda a mí?
Ahora me doy cuenta que soy la culpable de todo eso, que cada respuesta es porque yo decidí o sentí que así debía ser.
Podemos pasar la vida pensando que no nos merecemos nada y así nos vamos a quedar, con las manos vacías, mientras miremos con desconcierto al hijo de puta de al lado que se cree Calcuta y tiene todo lo que se le antoja (no hablo en sentido material, me parece que está demás aclarar, pero últimamente tuve el infortunio de cruzarme con mucha gente de esa calaña que malinterpretaba todos mis conceptos).

Otra vez me veo escribiendo un texto autocompasivo, de autoayuda, de gente mediocre. Algunos escriben y otros leen, algunos producen y otros miran, algunos viven y otros simplemente analizan.
Soy de los que leen, los que miran y analizan, los que se olvidaron de vivir y cuando están al borde se acordaron que la consigna del juego era simplemente aprender a ser feliz.
Soy de los que piensan que ya es demasiado tarde cuando apenas están comenzando, de los que creen en un destino escrito mientras lo escriben, soy de la rama de los incoherentes y frustrados, los que están paralizados por el temor de ser alguien, aquellos que los petrifica la sola idea de distinguirse.
¿soy eso? ¿o eso pienso que soy?
Y si lo pienso... ¿efectivamente lo soy?
Y si en este preciso instante decidiera voltear todos mis pensamientos... ¿quién sería?
Nadie es, todos elegimos ser.
A ser lo que quiero entonces, ¿qué espero?