"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



martes, 28 de diciembre de 2010

A Christmas gift.

Se relamió los labios pensando en sus besos, y comenzó a retorcerse entre el calor de las sábanas sabiendo que en ese mismo instante él la estaba pensando.  Revivió aquella noche en su cabeza, despacio, paso a paso reanimando la excitación frente el recuerdo de ese animal salvaje que la sometía con violencia serena. Era ese juego extremo alternando los polos de lo dulce y lo agresivo, entre la fuerza con que esas manos sujetaban sus caderas y la suavidad con la que las deslizaba hacia abajo. Y sus ojos, que jamás cerraba, que mantenía alerta para no perderse ningún detalle de esa cacería perfecta. La escuchaba suplicar y sólo sonreía y continuaba sosegadamente. La arrimaba hasta el límite repetidas veces, deleitándose con sus gritos de súplica y deteniéndose en un golpe abrupto... desquiciándola.

El celular vibró dentro del bolsillo delantero de sus jeans, arrancándola de la real fantasía que había tenido lugar dos noches atrás. Ni siquiera necesitó ver el mensaje para saber que era él y que la invitación a revolver el pasado estaba hecha. 
Sonrió sin proponérselo, al desnudo ante una sensación que atravesaba su armadura cutánea.
Recordó esos ojos orgullosos, seguros de haber encontrado lo que hace tiempo buscaban, que escrutaban su figura con calma absoluta desde sus delgados tobillos hasta cada rincón de su cuerpo, embelleciéndola al admirarla con tanta fascinación. Cuando la imagen de esos ojos volvía a su cabeza, las ganas de volver a verlo se echaban hacia atrás. Y su éxtasis se entumecía con una oleada de temor.
En tan sólo una semana estaría fuera del alcance de su vida para siempre. Tenían en sus manos una única noche, para conocerse y sólo así.. descartar la magia por ilusionismo, o arriesgarse a quedar aun más maravillada. Sufrir con el ‘quehubierasidosí’ o enfrentarse a buscar la posibilidad de que fuera uno más, con un feroz, eufórico y romántico disfraz.

El celular volvió a vibrar.. la insistencia le devolvió la excitación. Y cegada por el calor y el recuerdo que la invadía de nuevo, decidió arriesgarse. Una última vez, se permitió. Después de todo, era una magnífica oportunidad para volver a alimentar sus fantasías, devolverle la actividad de análisis a su cabeza,  y obsesionarse con esa sensación de querer algo que se nos vuelve imposible.
Él era imposible, y sin saberlo, ingenua, esa era la única razón que la entretenía y la mantenida asida a él.

Tomo el celular disponiéndose a confirmar el encuentro para la noche del miércoles.
Desplegó el teclado y presionó la tecla verde frente a la advertencia de los dos mensajes nuevos: el primero era de algún amor viejo, oxidado y hace tiempo olvidado; el segundo, con el mismo impacto de mala sorpresa, era de un intento inconcreto y fallido de amor inmaduro. No había rastros de él.
Entonces giró hacia un costado de su cuerpo, con la almohada ubicada entre el hueco de su mentón y sus pechos, y algo en sí le dijo que el miércoles ya estaba pactado implícitamente, y que ahora, frente a su indiferencia, las probabilidades de desmaravillarse se reducían a ninguna.
Y se durmió con una sonrisa, sabiendo que en ese mismo instante él continuaba pensándola.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Es cuestión de querer.

Soy feliz. En este instante, en esta situación con lo que conseguí, con lo que perdí y con lo que todavía me sigue faltando pero sigo buscando. Estoy feliz, sin saber siquiera si la felicidad es un estado, una sensación o un delirio de la psiquis. Soy feliz señora!! Que más da?!

Efectivamente rendí las materias en tiempo y forma, al límite y raspando, como me gusta, con una semana sombría que pasé bajo las frazadas sin querer asomarme, disfrazándome bajo la excusa de un resfrío, que le cedió paso libre a la angustia y las maneras trágicas en que sé expresarlas. Poniéndome a mí antes que a los demás, renunciando a todo si llegara a fallar. Soy extremista, y a pesar de que suelo decir, y suelen decir mis psicoanalistas también, que me odio, o que por lo menos no se quererme, yo siento por el contrario que me amo, que me amo como jamás voy a lograr a amar a nadie, que soy ferozmente egoísta, indiferente. Y que sin mi felicidad la vida es una basura y me quiero morir, me chupan un huevo todos los demás.

Pero sólo por momentos, sólo por un breve instante lo creo así, y al siguiente ya estoy desatestándome de mi formas y odiándome por el costado por el cual me mire, y las personas que amo son mi centro, mi futuro, mi todo. Y mi vida continúa en pie solo por ellos, o en el piso, pero arrastrándome por sus deseos. No soy nada y sólo quisiera hacer feliz a los demás y con eso estaría satisfecha.

Soy más de una persona, y lo sé claramente. Me encuentro en mil ideas, no obstante tire para una sola dirección.

Y hoy le toca salir a tomar sol a mi parte más egoísta, la que se ama, y es capaz de extraer beneficio a costa de lo que sea. Terminé el CBC mis buenos muchachos, y se lo dedico especialmente a las dulces personitas que uno se topa en la vida y la tiran para abajo constantemente. Entre ellos, la principal soy yo. Me lo dedico a mí y a mi angustia, a mis ganas desesperadas por sufrir, a mi depresión profunda y a la semana de terror que pasé hace unos días apenas. Entonces respiro, y me alegro, y disfruto porque mañana voy a reprocharme el haber puesto en juego mi vida por un par de materias. Y darle tanto espacio, tiempo y relevancia. Pero eso será mañana, hoy es hoy, y disfruto de estos veinte días que quedan antes de que me vaya.

Todo pasa por algo, no me canso de repetirlo, y si sucede es porque indudablemente conviene, y si no sucede, también. Entonces me viene como anillo al dedo el sufrimiento, mi semana pasada, los dos finales, los zapatos que me olvidé la otra noche en la casa de forro más renombrado, el pucho que me fumé a las once y su respectiva consecuencia, que casi me echen, que se vayan a días de año nuevo, que la otra noche me haya sido indiferente, que el gordo grasa me haya boludeado, que la peluquera no me haya atendido y que justo haya llegado el tren cuando prendí el segundo pucho esta mañana. Porque todo es causal, y por qué está más allá de lo que podemos entender.

Me voy a seguir castigando a los pulmones y a seguir sumando puntos para que me pongan de patitas a la calle a ver si saco algo. Soy feliz señoraaa! Y hay que festejar. Debe ser el primer post feliz de todo el blog. Tengo que estar MUY feliz para necesitar plasmarlo acá, asique que buenoooooo! Ojalá que dure más de quince minutos, jaja. Ahora así: vacaciones, sol, noche, y quiero que llegue enero YA y despejar todo este año, que fue el más cargado de mi vida y a comparación con los anteriores bastante satisfactorio. A terminarlo bien y a esforzarse por uno mejor.



Alcorta allá voy!!!

jueves, 16 de diciembre de 2010

I quit. I give up.

- ¿qué es esto al lado de todo lo que pasaste en tu corta vida?
Y cerró la puerta. Igualmente no se que hubiera contestado, quizás algún ademán falso con la cabeza, para que se vaya conforme sintiendo que yo pensaba lo mismo. Pero no. A fin de cuentas esto era igual que aquello. Era lo mismo que nunca se había ido, y que esperaba latente a que algo mínimo lograra tumbarme para salir y atacarme con más ganas. Me tiene, me lleva, me aletarga y no piensa soltarme. O soy yo, que me aferro porque ya no me soporto llorando en el bondi, en la facu y en la calle. Pidiendo explicaciones a alguien que no existe o que si existe por lo menos se rehúsa a escucharme. Parece que mi alma sabe que la primavera se esfuma y que tiene nuevas oportunidades para ser una gran puta. Cada abrazo que me dan es un herida nueva que no cicatrizará jamás. No se trata de fallarme a mi misma sino a todos los demás. Soy débil, frágil, cobarde y pretendo escaparme siempre que algo no va como yo quiero, es que maldita sea! no le veo el sentido a seguir sufriendo.. Me odio, de mil maneras y por donde me mire. Me odio porque todo lo arruino, estropeo cada cosa valiosa de mi vida. Mi amor es altamente destructivo y me detesto con ganas, locas ganas de asesinar el tiempo.
Desaparecería fue mi deseo al dar las once y once en una mañana de sol de un amarillo falso sobre el cielo desteñido. La vida es montón de hojas en blanco donde podemos explayarnos con libertad, pero yo no escribo ni pinto, yo dejo manchas, ensucio. ARRUINO. Por dios, dejenme darle mis días a alguien que sepa aprovecharlos, que los disfrute o que al menos no vaya contribuyendo a que la vida sea una basura perfecta como la conocemos. O que si hace de su vida una basura que al menos lo haga con ganas y gozándola. Yo me lastimo, lo sufro, me odio y me asesino. ¿Que clase de agonía es la vida? ¿Que sentido tiene tan larga tortura previa a morirnos?
Renuncio.
Me cansé de este juego estúpido.


martes, 14 de diciembre de 2010

Saludame, que me estoy yendo, que puede que ya no vuelvas a encontrarme por el barrio.

Queridos padres y madres, dulces inconscientes y eternos ingenuos, dictadores, sordos y muy poco elocuentes. La comunicación es lo primero, que sea escasa o que directamente no tenga lugar en sus respectivas familias se debe a la falta de tolerancia respecto a ideas diferentes. Cada ser en el mundo es distinto al otro, todos. Así como no existen mismas huellas digitales, no existen dos cabezas funcionando de la misma manera. Y no pueden, bajo ningún punto de vista, exigirme pensar como el resto.
Yo entiendo, todos nacemos ignorantes, y no hay ningún manual que nos enseñe absolutamente nada, ni siquiera a ser padres. Pero uno sabe, uno entiende cuando la situación se va de las manos, cuando ya su labor es ineficaz y sólo consigue agravar las cosas más.
Tenía tantas lágrimas comprimidas por angustias que ni yo sabía que sentía, que esta tarde se me hizo imposible estudiar. Dormir y mirar televisión son las dos maneras más fáciles de escaparle a la realidad. Habiendo dormido toda la mañana, mediodía y principio de la tarde, opté por la segunda. Me topé con una película de Kimberlee Peterson, (ni idea el nombre porque ya estaba bastante empezada) que me atrapó al instante al ver ese ambiente tétrico de hospital, con escenas sangrientas y expresiones desesperadas en los rostros de los actores. Al cabo de cinco minutos me vi obligada a subirle el volumen al televisor para evitar que se escuchara desde afuera el escándalo de mi llanto. Era mi pasado captado en una filme. Impactante.
Llegue a gritar, sin darme cuenta, a los padres del personaje que interpretaba Kimberlee en la película. Me recordó la impotencia, el odio a mí misma por odiarlos, por ver que son los seres que más amo los que más me dañan queriendo desesperadamente salvarme. Ira. Pero recapacité. Si yo estaría en su lugar creo que quizás tampoco sabría como actuar.
En la película la madre abandonaba a la chica pensando que ella era el problema, y el padre se propuso acompañarla... La vieja una basura, el padre un imbécil que actúa temporalmente.
En mi caso fue diferente, se optó por darle el mando a profesionales (ineptos) y dejarlo todo en manos de las pastillas mágicas. Ni una ni otra cosa, absurdo. Al mes todo era como si nada hubiese pasado, y entonces volvió a suceder... y a los quince días como si nada hubiera ocurrido nuevamente, y así se volvió costumbre, y entonces tentar contra mi vida se volvió un hobbie frecuente a la par de decir ‘¿che vamos a la plaza a tomar un helado? Ah dale! y después vamos para a casa a darnos una sobredosis de Clonazepam, buenísimo!’

Llamar la atención, en la película los doctores decían que eso era lo que hacía la pequeña mujercita. Llamar la atención...
Estar sola, desesperada, necesitando dar amor y no encontrando receptor, necesitando recibir y entender que las relaciones más fuertes se enfermaron de rutina, y un abrazo tiene lugar una vez cada trescientos sesenta y cinco días únicamente cuando cumplo años... ¿cómo se le llama a eso? ¿Llamar la atención? ¿Cómo te digo que la vida no me sirve si no hay amor? ¿que ser invisible da igual, que necesito lastimarme para hacerte recapacitar o por lo menos para recordarte que todavía sigo acá? ¿que necesito que me digas que me amas, que estas, que me acompañes, que me abandonaste, me traicionaste, me trajiste al mundo a sufrir y dejaste que lo enfrentara sola? ¿Que te importa entonces si decido irme y de la misma manera abandonarte a vos?
¿Cómo te explico que necesito vivir el amor, y que me es necesario llegar al límite para lograr tenerte a mi lado, preocupada, sufriendo por mí, demostrándome con tu dolor el amor como nunca antes? ¿cómo explicarte lo bien que me hizo hacerte sufrir tantas veces? El peor momento de mi vida fue cuando desnudé mis brazos y lloraste, los besaste, me abrazaste hasta el alma, ¿cómo explicarte que siendo el peor, fue lo mejor que me paso? Y el resto ya no lo recuerdo... las drogas no me dejaron presenciar el momento, pero juro que debió ser lo más hermoso, tu desesperación por mí.. las lagrimas, el llanto a los gritos, amándome... me amaban.
¿me aman ahora?
Cuando a uno le empieza a ir mal en la vida siempre quiere volver con la cabeza gacha a casa, y volví, porque la facultad es una basura y el cerebro se niega a colaborar, mis amigas de a poco me fueron cagando y tengo una colección de cuchillos en la espalda, tengo un problema respecto al amor y los hombres que ya prefiero ni tocar el tema, y para que se den una rápida idea ni siquiera mi perro me quiere, no me acepta, pasamos despiertas estudiando las últimas cuatro noches, yo obviamente poniendo mucho más empeño en enamorarla de mí que en lograr memorizar algún concepto de economía. Y sin embargo, no me quiere, se niega a aceptarme, ni hablar de extrañarme, a veces me confunde y soy un simple extraño. Me afectan mil cosas ínfimas que sería estúpido intentar explicarte. Entonces vuelvo a casa dolida, arrastrando los pies del cansancio, con un cartel en mi frente pidiendo con humillación una limosna de amor. Y nada, completamente vacía y agujereada.
Con los brazos abiertos intentando agazaparme a tu cintura y no volver a soltarte... y nada... abrazo nuevamente la nada. Quisiera que me amaran como muy bien se que ustedes saben amar. Pero simplemente uno no lo elige, los sentimientos son puros, surgen o no surgen y punto. La desesperación y esa necesidad por salvarme es vanamente un instinto, supervivencia, responsabilidad por sentir que tienen que mantenerme viva, acá.
Y otra vez caigo, buscando drogas, alcoholizándome y refugiándome en el sexo con quienes se que saben muy bien lastimarme. Lastimándome y lastimándolos a ustedes sin querer. Otra vez estoy en el inframundo, sin miedos, porque no hay absolutamente nada que perder. Y cuando lloro en el patio con ese cigarrillo que me prohibiste prender, pienso en vos y en vos, y para mi siempre van a ser mis culpables. Siempre van a ser ese amor no correspondido, siempre serán los asesinos de mi autoestima, de mis sueños, de absolutamente todo mi futuro. Son los mejores padres del mundo, los mejores sin alardear. Sin duda, tuvieron tres hijos excelentes, criados de maravilla. Pero yo difiero, y hablando en serio y dejando de lado el chiste de la ovejita negra, difiero en realidad, de la sociedad, de las personas, de lo normal. Lo que yo necesito es extremista, necesito una comprensión mucho más amplia, necesito una docena de orejas para que me escuchen, necesito una cantidad EXCESIVA de amor. Algo que la vida misma no podría darme. Entonces lo único que me permito necesitar es su autorización, que me dejen ir en paz, y siendo así todos dejáramos de sufrir.


Catorce de enero del dos mil diez.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Buh!

¿Viste cuando alguien te asusta de prepo? Esa sensación… ¿cómo describirla?
Como si de pronto y sin previo aviso te presionaran muy fuerte en el pecho, te acogotaran y en un instante se robaran todo el oxígeno del aire. Durante un segundo estallamos por dentro, es un golpe seco interno, nuestros sentidos se anulan y los nervios se alteran. Colapsamos.
Esa fugaz sensación del susto, esa mezcla de desesperación, terror y angustia, el sentir que de un segundo al otro se nos cae el universo, esa es la que yo llevo de forma PERMANENTE dentro de mi pecho. Es un susto continuo, es como si la vida me hubiera espantado con su realidad y jamás se me hubiese borrado esa expresión de exaspero.
Un dolor insoportable, que duerme dentro mío de forma CONSTANTE.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Quizás cuando más te aleje, sea cuando más te esté necesitando.

Otra noche más, que pronostico, voy a dormir con los ojos húmedos y los brazos enrozcados a la fría e inerte soledad con forma de almohada. Me duele más de una cosa, y creo que la única que emana dolor soy yo, y sin embargo hay dolor en todo espacio y tiempo en donde me proyecto. Me duelen las siete y media de la mañana cuando el despertador me arrastra a la realidad, me duele la gente atestada en el San Martín y la prisa que los acosa, mientras suena de fondo ‘¿Cuál es?’ en la radio, anunciando que ya son las nueve de la mañana y estoy llegando tarde. Me duelen los puchos que reemplazan mi almuerzo y el café amargo de las cinco de la tarde, me duelen las noches desveladas de estudio... me duelen la falta de respuestas y los abandonos repentinos, me duele a mil kilómetros de distancia y que seamos tan fácilmente reemplazables, me duele ese libro podrido que leí hace unas semanas, fundamento de lo tóxica que resulta la sociedad y de como destestándola y sufriéndola llego a sentirme cómoda estando insertada en ella. Me duele la vida, la falta de motivos y el extenso listado que justifica que es mucho más inteligente rechazarla y hacer de la muerte un momento abrupto y final y no una diaria agonía.
Esta noche soy puro dolor, bajo una ducha de agua fría con ganas de amar. Todo lo que sale de mí no vuelve, siento que me vacío momento a momento con cada palabra o cada beso, soy la angustia expresa de mil maneras y cada rasgo es un pedido de auxilio oculto tras una resignación aparentemente segura.
Me siento tan vulnerable y a la vez impenetrable.
Sesenta cigarrillos en una noche, decime si hay otra explicación que no sea un suicidio paulatino, que no sean ganas implícitas por desaparecer y consumirme con el pretexto de ‘no quererlo’. Es esa necesidad por volver física la muerte de mi esencia, y hacer concreto ese manojo de emociones poco felices.
Esta noche más de una ausencia acompaña a mi soledad.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Llenando la falta de amor

Se retorció en su asiento, con las cejas inmóviles, la vista fija y los labios plegados con presión a modo de puchero. Una expresión infantil, dulce a simple vista, pero aborrecible si reparabas en la incoherencia de sus incipientes canas, sus manos robustas y desgastadas y en el frunce de una frente que lleva millares de ofensas, sorpresas y engaños.
Durante la primera hora, me preocupé por revertir esa expresión, ignorando que mis palabras eran los más inocentes sables, que perforaban su sien anulando el funcionamiento de su razón, (si es que en algún momento pensó en darle uso). No respondía, la mirada estaba absorta en algún sector del camino que aunque inconstante el punto, parecía ser siempre el mismo. Aunque se esmeraba por no parecerlo, me escuchaba. Su cerebro extraía lo más superficial de mis palabras, y las quitaba de contexto para usarlas de apoyo, de defensa o a modo de revancha. Era una conversación, de esas que entablamos a los cuatro o cinco años, cuando nuestro raciocinio todavía no nos permite discernir que lo del compañerito no es de uso público y cuando no nos dejan tomarlo, es correcto aceptarlo. Entonces, vista baja, berrinche, y ni dios puede contradecirnos.
Me titulé como caprichosa, y ante los primeros indicios, recuerdo cómo él no había dejado pasar ocasión para avalar mi calificativo. Si lo mío era capricho, ¿cómo definir su necesidad exasperada, infundada, hormonal y puramente vana? Pero había una gran diferencia entre el capricho de un caprichoso (valga la redundancia) dónde sólo se persigue un fin, sin importar los motivos, y no se detiene hasta conseguirlo; y el capricho de aquel otro, donde la insistencia era la misma, pero en su actitud sobresalía ese rasgo desahuciado, de un nato perdedor de la vida, que lleva en un noventa por ciento más fracasos que triunfos en sus hombros. Sabía, dentro de su berrinche, que jamás me conseguiría. Y sin embargo no podía evitar lo síntomas: el enojo. Cervezas, cigarrillos y su mirada penetrando en el vacío… el mío. Yo a mi manera intentando llenarlo, y el no teniendo legalmente más espacio. Se hizo tarde, sentí esa asfixia en su pecho por ver que le quedaba poco tiempo. Sí podría haber decidido enamorarme lo hubiese hecho, se hubiese cobrado mi angustia en toneladas por una noche. Pero me encontró desnuda, con la piel tersa, la sangre helada y la carne de piedra. Me descubrió como un ser al que sólo le restaba un débil suspiro de derrota para el fin, y ya había comenzado a exhalarlo.
No hubo manera de despertar en mí ningún tipo de interés, ni físico, ni ciego sexual. Y murió conmigo, su capricho, uno de tantos. La costumbre lo hizo recorrer el mismo camino, y aunque en un principio en el intento por frenarlo, exprimí mi paciencia al máximo, el se dejaba caer en la butaca cada vez más abajo, y manejaba ignorando la precisión de mis palabras, la razón, la causa y tejiendo excusas y situaciones para reprocharme. Todo su ser testificaba esos veinte años que su mente le restaba. Parecía de quince, y quizás su proceso mental le había tomado un poco más del doble de lo normal. No tenía de donde agarrarse, yo tenía todas las cartas y antes de jugar sólo le estaba advirtiendo. Mis fundamentos eran fehacientes, pero no reales, no era así como pensaba y sentía, nada de ese discurso de buena persona que se refería a mi era cierto. No me importaba en lo absoluto aquella causa que sostuve como imposibilidad para darle el gusto. Simplemente lo odiaba, como a todos los demás, pero él no lastimaba. Era un estúpido disfrazado de pirata.
Mucho dista de afectarme moralmente equivocarme, incluso amo el error y lo necesito para el progreso, y repetirlo sucesivamente cuando la idea es echar ancla en algún momento. Y en cuanto a lastimar… ¿cómo explicarte el dolor que provoqué a las personas que más amo en mis vidas? en todas ellas, ¿cómo explicarte que mi egoísmo es tan profundo que volvería a lastimarlos una y otra vez, si así lo deseara, si fuera necesario para mi fugaz contento? La ética, la moral, y las complicaciones con el sueño, me acosan a diario. Si esa hubiera sido la traba, creo que siquiera la hubiese mencionado. La culpa es un factor más en mi piel, es la cantidad de gramos que pesa mi alma. Simplemente no había nada nocivo en vos que me tentara… esa es la respuesta.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Otra vez..

No puedo más. Cuantas veces lo dije, y así y todo seguí. ¿Que conseguí? Terminar de esta manera, arrepintiéndome de no haberlo hecho la primera vez y para siempre.
Me duele tanto.. te juro que a veces ya no se en que época estamos. Los años fueron pasando, y sin embargo todavía me siento de quince, con ganas de escaparme de casa y que a alguien le importe. Ahora estoy sola, ahora el dolor es mío y nadie se va a hacer cargo de mis atentados. Los desastres hacen a la soledad. Yo me aíslo, ¿quién podría compartir y ser parte del infierno en el que vivo?
Lo único positivo de haber vuelto tan abajo, es que una vez más mi vida se desvanece, y no me quedan más cartas que perder. No tengo ni soy nada, y ese nada es todo lo que hoy sin temor arriesgo. Lo voy a lamentar en un tiempo, cuando me reproche por dejar que el dolor me venza y destruir mi futuro despacio y premeditadamente. Dejar pasar la vida... es más que un error, es el mayor de los esfuerzos, es tener el valor y la fuerza suficientes para sobrevivir. Dejarla pasar, con lo abrumadora, asfixiante y tortuosa que se vuelve con el paso de los años. Quisiera quitármela de encima, arrancarme la piel del cuerpo si con eso pudiera desprender el dolor que vive penetrándome hasta el alma.
Duele mucho más estar vacía, entender que ya no es lo mismo y no hay reversa y aun así que ya no duela. Duele más no sentir. Duele la falta de dolor, ¿cómo explicarte? ¿Como explicarte que en sólo una hora conseguí asesinar estos últimos ocho meses y revivir los tres años previos? A quién gritarle y socorrerle para que me aleje de mi, para que me controle y me aísle de mi mente que en su ingenio sólo sabe buscar una forma fatal de hacer desaparecer mi angustia. Y si el precio es desaparecerme a mi también, lo paga. Lo pago, lo pagaríamos todos.
Sólo se que si por tan sólo un instante podrías vestirte con mi piel y empaparte con mi angustia, entonces me darías el apoyo para renunciar a mí misma. ¿Para qué empeñarme en resistir toda la vida, cuando tengo el final y el alivio tan disponibles a mi alcance?
Mis promesas de papel y los errores son eternos, una vez que se les da lugar, no dejan escapar oportunidad para presentarse de nuevo.
¡Y mi dios, que dejaste de creer en mí, antes que yo en vos, pensar que estuve tan cerca de volver a vivir!