"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



lunes, 6 de diciembre de 2010

Llenando la falta de amor

Se retorció en su asiento, con las cejas inmóviles, la vista fija y los labios plegados con presión a modo de puchero. Una expresión infantil, dulce a simple vista, pero aborrecible si reparabas en la incoherencia de sus incipientes canas, sus manos robustas y desgastadas y en el frunce de una frente que lleva millares de ofensas, sorpresas y engaños.
Durante la primera hora, me preocupé por revertir esa expresión, ignorando que mis palabras eran los más inocentes sables, que perforaban su sien anulando el funcionamiento de su razón, (si es que en algún momento pensó en darle uso). No respondía, la mirada estaba absorta en algún sector del camino que aunque inconstante el punto, parecía ser siempre el mismo. Aunque se esmeraba por no parecerlo, me escuchaba. Su cerebro extraía lo más superficial de mis palabras, y las quitaba de contexto para usarlas de apoyo, de defensa o a modo de revancha. Era una conversación, de esas que entablamos a los cuatro o cinco años, cuando nuestro raciocinio todavía no nos permite discernir que lo del compañerito no es de uso público y cuando no nos dejan tomarlo, es correcto aceptarlo. Entonces, vista baja, berrinche, y ni dios puede contradecirnos.
Me titulé como caprichosa, y ante los primeros indicios, recuerdo cómo él no había dejado pasar ocasión para avalar mi calificativo. Si lo mío era capricho, ¿cómo definir su necesidad exasperada, infundada, hormonal y puramente vana? Pero había una gran diferencia entre el capricho de un caprichoso (valga la redundancia) dónde sólo se persigue un fin, sin importar los motivos, y no se detiene hasta conseguirlo; y el capricho de aquel otro, donde la insistencia era la misma, pero en su actitud sobresalía ese rasgo desahuciado, de un nato perdedor de la vida, que lleva en un noventa por ciento más fracasos que triunfos en sus hombros. Sabía, dentro de su berrinche, que jamás me conseguiría. Y sin embargo no podía evitar lo síntomas: el enojo. Cervezas, cigarrillos y su mirada penetrando en el vacío… el mío. Yo a mi manera intentando llenarlo, y el no teniendo legalmente más espacio. Se hizo tarde, sentí esa asfixia en su pecho por ver que le quedaba poco tiempo. Sí podría haber decidido enamorarme lo hubiese hecho, se hubiese cobrado mi angustia en toneladas por una noche. Pero me encontró desnuda, con la piel tersa, la sangre helada y la carne de piedra. Me descubrió como un ser al que sólo le restaba un débil suspiro de derrota para el fin, y ya había comenzado a exhalarlo.
No hubo manera de despertar en mí ningún tipo de interés, ni físico, ni ciego sexual. Y murió conmigo, su capricho, uno de tantos. La costumbre lo hizo recorrer el mismo camino, y aunque en un principio en el intento por frenarlo, exprimí mi paciencia al máximo, el se dejaba caer en la butaca cada vez más abajo, y manejaba ignorando la precisión de mis palabras, la razón, la causa y tejiendo excusas y situaciones para reprocharme. Todo su ser testificaba esos veinte años que su mente le restaba. Parecía de quince, y quizás su proceso mental le había tomado un poco más del doble de lo normal. No tenía de donde agarrarse, yo tenía todas las cartas y antes de jugar sólo le estaba advirtiendo. Mis fundamentos eran fehacientes, pero no reales, no era así como pensaba y sentía, nada de ese discurso de buena persona que se refería a mi era cierto. No me importaba en lo absoluto aquella causa que sostuve como imposibilidad para darle el gusto. Simplemente lo odiaba, como a todos los demás, pero él no lastimaba. Era un estúpido disfrazado de pirata.
Mucho dista de afectarme moralmente equivocarme, incluso amo el error y lo necesito para el progreso, y repetirlo sucesivamente cuando la idea es echar ancla en algún momento. Y en cuanto a lastimar… ¿cómo explicarte el dolor que provoqué a las personas que más amo en mis vidas? en todas ellas, ¿cómo explicarte que mi egoísmo es tan profundo que volvería a lastimarlos una y otra vez, si así lo deseara, si fuera necesario para mi fugaz contento? La ética, la moral, y las complicaciones con el sueño, me acosan a diario. Si esa hubiera sido la traba, creo que siquiera la hubiese mencionado. La culpa es un factor más en mi piel, es la cantidad de gramos que pesa mi alma. Simplemente no había nada nocivo en vos que me tentara… esa es la respuesta.

1 comentario:

Manu dijo...

Barbaro