"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



jueves, 3 de febrero de 2011

Summertime.

Si hubo algo que extrañé estos últimos quince días lejos de casa, además de los almuerzos y cenas de mamá y de las puteadas mañaneras de mi viejo a modo de despertador, fue al teclado... procuren contener risas, porque lo digo muy en serio. Es mi cable a tierra, el único instrumento capaz de atrofiarme los dedos y acostumbrarlos a golpear teclas, perdiendo la habilidad de dominar bolígrafos y presionarlos contra el papel.
Mi descarga se produce únicamente frente a un ordenador y es así. Sumada esta abstinencia a los sucesivos acontecimientos que tuvieron lugar estas dos semanas, y se quedaron carburando en mi cerebro haciendo leña con mis neuronas fundidas.
Por empezar, hubo más de un encuentro desafortunado, esos que por más que te preguntes y repreguntes te vas a morir sin saber para qué carajo tuvieron lugar.. pero ahí estuvimos, yo y ellos, para vernos una vez más, para jodernos la vida o para qué uno puede llegar a saber.
Puedo llegar a pensar que a partir de esos momentos, el no, es decir el corte se volvió concreto, el cierre se corporizó en un hecho tangible, en la distancia considerada cuando nos saludamos con un beso. Puedo llegar a pensar, que vi claramente como mi pasado sigue vivo, y puede seguir viviendo tranquilo, allá atrás, sin la necesidad exasperada que siempre me urgió por desaparecerlo, arrancarlo de mi memoria y creerme entonces que nunca nada pasó.
Es mentira, el poder de la mente es exquisito claro está, y sabemos que es quien impera sobre el resto de nuestro cuerpo y ser, pero superar no es lo mismo que aceptar. Y yo sólo supero, escalo, huyo, me alejo, subo y piso. Jamás acepto nada, porque lo siento injusto (la vida de hecho es una sucesión de hechos de poca justicia y sin fundamentos).
Por eso me duelen muchos recuerdos que en realidad ya no significan nada. Porque cuando el destino y el mismo presente exhuma la fosa donde enterré todos mis muertos, los fantasmas que nunca asimilé vuelan directo a mi cabeza para perturbarme.
En efecto, después de tantos malos tragos, entendí que está bueno haberme por fin acabado el vaso, jaja.
¿Y esa noche tétrica en el hospital...? Y esa otra noche de manos esposadas y mi cárcel que siempre fue mi cuerpo... Otra vez no puedo explayarme, quizás esos sean otros nuevos cadáveres del pasado que ya me adelanté a sepultar sin tener tiempo de aceptar. Y bueno, el hombre es el único que animal que tropieza dos veces con la misma piedra, ¿no es así?
Demasiado alcohol, ¿será un intento de acelerar la vida? Nunca lo tomé así, pero podría ser una posibilidad.
Dos encuentros de mierda (sin sutileza), cuarenta y ocho discusiones y veinticinco llantos, horas de sueño demás, tres botellas de vodka nada más, catorce días nublados (quizás para toda la ciudad salió el sol, pero para mi cabeza, para mi departamentito de Falucho el sol hizo un par de apariciones y después se hizo desear), ninguno llovió... ¿Me fui yo o fui yo a llevar a alguien más?
Me confunde, pero tengo que admitir que a pesar de que indudablemente la necesito, ya no soy tan dependiente de la soledad.

Si todavía tenía alguna duda, este primer mes hizo una masacre con mis inseguridades. Volver y encontrarme con este listado de títulos escalofriantes, y con un intento de mujer y con todas las carencias que implica el sexo femenino, sufriendo por todos y por ella misma. Histérica, molesta, pesimista y resentida –Resentida, he dicho- Volver y encontrarme con un espejo que no refleja un carajo, y un par de ojos obnubilados que por mal ingenio sólo filtran lo que me hace mal. Volver y no entender ni donde estás parada, y encontrar una hoja en blanco, puramente en blanco, una vida virgen, un abanico de oportunidades, y entonces dale, vamos a elegir. Volver a empezar, ya perdí la cuenta de las veces que reanudé, pero de eso se trata de un ‘reanuedo’ constante.

En fin, me quedo con esa sensación vagamente feliz, que robé o me regalaron, con el amor de verano, restándole la preocupación por su trascendencia, que sólo el tiempo decidirá.
Me quedo con la imagen de las olas suicidándose contra la escollera, mis pulmones respirando como pocas veces y esa sensación de omnipotencia que te confía tu cabeza cuando tu cuerpo es incapaz de llevarte a donde tu mente te espera.

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