Me levanté de la cama, despegando las sábanas de mi piel, adheridas por el sudor ante la ineficacia del ventilador. Me hallé demasiado revolucionada como para conciliar el sueño, y sin embargo había mucho en qué pensar cómo para verter esas energías en un vaso de hielo y vodka, y salir como todos los sábados, religiosamente, a buscar un dios en quién creer mediante la pérdida de conciencia.
Me cansé de querer fallar. Sigo preguntándome reiteradas veces por qué razón estoy obstinada en continuar postergando mi felicidad. Tengo un sí tan difícil como imposible y un no tan débil como un sí.
Quiero, empiezo por esto y está bueno. Puede que todos los finales, sea cual sea la historia, sean tristes, y puede que incluso nos pasemos la vida tratando de entender como carajo vivirla pero sólo nos demos cuenta cuando estemos muertos, y quizás se trate todo de una puesta a prueba, una tortura y un insistente sufrimiento, pero a final de cuentas esto es todo lo que tenemos. Y saben muy bien aquellos que las han pasado variadas y difíciles, que es aun peor no sentir nada que sentir dolor.
Por eso a pesar de que mi pensamiento es perenne es impracticable. Así que vamos a vivir que los invito.
Si de los años escabrosos que enredé con quejas y tentativas, hubiera invertido al menos un par de meses en intentar (y con intentar era más que suficiente) solucionar lo que andaba errado, o con eliminar lo que estaba demás, envenenándome el alma, hubiera evitado más de un disgusto y ahorrado el sobrehumano esfuerzo que hice por sobrevivir.
Pero ya no me preocupa el tiempo perdido, este fue el largo camino que tuve que recorrer quizás para lograr que se cayera esa ficha y despertar. Si así efectivamente fue, entonces no hubo segundo que haya sido vivido en vano.
Quiero hacer un par de cosas.
Hace unos días, mientras leía una novela realmente ilegible, me puse a pensar que esa opinión que yo tenía de aquella mala obra, hubiera sido la misma opinión de todo aquel lector que se hubiera atrevido a ojear algún libro mío en el caso de alguna vez alcanzar mi fantasía infantil de publicar uno. Y al momento inmediato, me sentí satisfecha por haber abandonado aquel sueño y junto a él la posibilidad de humillarme en el lenguaje de las letras.
Que estúpida. Lo que necesito es fallar, muchas veces, la cantidad que sea necesaria para entender que no hay ningún fin que venga adherido al fracaso, para aniquilar ese miedo a la imperfección. Negada a empezar de abajo, yo quiero la vida fácil que tienen los de allá arriba.
Pero ahora lo se, el sacrificio es lo que le da el valor a las cosas. El conseguirlo es tan diferente al haberlo tenido desde siempre. ¿Como puedo saber lo que en verdad significa si nunca sentí su ausencia? puedo imaginarlo y acercarme bastante a la sensación de falta, pero jamás voy a saberlo hasta que en efecto no lo tenga.
Así me desplazo desde mi aspiración frustrada a ser escritora a mi carrera universitaria, a mis relaciones interpersonales, a la enemistad que guardo conmigo, a la dejadez del día a día... a lo que es mi vida hoy: Un dos por ciento de lo que podría ser, ¡y por favor, no exagero! Les juro que soy un simple ente, inanimado e inerte por el miedo. Escucho mi nombre y sólo me veo ahí, entregada a la seducción de las sábanas, negada al correr del tiempo, y totalmente desinteresada por todo. No me basta que lluevan oportunidades, necesito que me caigan, me envuelvan y me impidan escapar de ellas.
Es en serio, no exagero cuando digo que le temo, o me repela o simplemente siento que no la merezco... (estemos hablando de la felicidad o de mi vida).
Mentiría si dijera que esta es la primera vez que acepto este pequeño inconveniente, que nada más está consumiendo mis horas en condición de ser humano.
Pero tengo ganas de que deje de ser así. Quiero cambiar hasta lo más mínimo, y se que soy bastante necia al volver y escribirlo, exponer una vez más lo que podría ser un nuevo fracaso público y no reconocido. Pero esta noche, esta madrugada, una de las últimas de febrero, esta que sin ninguna distinción es muy particular, yo quiero sentirme diferente, y hoy me creo.
Tengo un cuadernito, (uno entre tantos en donde escribía cuando tenía la cara demasiado hinchada de llorar, como para fingirme normal y bajar a escribir en el ordenador) que encontré el otro día, y me decidió a hacer una listita. Se trata de una enumeración de metas, que son chicas, posibles pero muy complicadas. Nada fácil, el inicio... pequeñas cosas que me abrirían la puerta del cambio, el puntapié o la iniciativa, es que más nos cuesta. Con sinceridad y con pena se que hasta que no empiece por esas, nunca voy a llegar ser nadie. Y el día de mañana quizás lo consiga todo, sea abogada, dueña de un mono, viva en áfrica y tenga una estantería llena con mis libros y hasta un best seller, y sin embrago, a pesar de aquello voy a seguir vacía sin tener nada.
Cuando sepa dónde está mi alma, recién ahí voy a poder comenzar a llenarla con amor primero y luego con mis logros. Sentirme alguien: yo.
Por el momento soy un bosquejo de un sueño, un aspiración que todavía no se intentó, un anhelo, congelado por el miedo.
Determinación, voluntad, conducta, sacrificio y devoción.
¿cuánto vale lo que quiero? Infinitas vías para elegir transitar. La que queramos, y estamos así... ¿estamos conformes?
Cerrar los ojos e imaginar mi vida ideal, o algo así fue lo que leí en la famosa red social. Pensar que basta con eso en serio, con cerrar los ojos y quererlo y saber que esa fantasía puede dejar de serla con abrirlos y empezar a vivirla en vez de soñarla.
Pasamos la vida entera enroscados buscándole la vuelta y al final el camino era el más sencillo y corto: una línea recta.
A cultivar seguridad y autoestima. O en el peor de los casos, engaños y mentiras, y creer lo que quiera hasta volverlo real y que aparezca.
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