"Los hechos y/o personajes del siguiente Blog son ficticios, cualquier similitud con mi vida personal es pura coincidencia."



lunes, 25 de octubre de 2010

Un espejo de lo que odio

Quizás sea que ya no se puede caminar por Palermo a las seis de la tarde, podría ser... como también podría ser que alguien no quisiera amargarme el día completo y necesitaba cortar mi sufrimiento dándome las respuestas que me carcomieron el alma desde que encontré la prueba evidente de lo que con un fuerte propósito ignoraba.
Se presentó como C., más bien después de intercambiar cuatro o cinco ideas, yo le encontré un leve aire a S., J. o M. ... incluso puede que sin ser ninguno, haya ido tomando la voz todos ellos.
Me lo explicó, sin que se lo haya preguntado, hablando de otra mujer me puso de protagonista. A veces no alcanza acariciar una sola piel, a veces necesitamos despertarnos y oler en nuestra almohada el perfume de otra cabellera, necesitamos otros ojos que nos seduzcan, otro sabor y otros labios para morder. A veces el amor y las promesas no son suficientes, y no importa el regalo de una vida entera y la eternidad... a veces simplemente necesitamos más.
Y no hay cantidad de manos que puedan satisfacernos, ni llamados, ni días suficientes en la semana para las citas que deseamos. Y por una insaciable ambición perdemos y perdemos una y otra vez lo que de alguna extraña, seca y triste manera amamos.
Pero mañana volvemos a ser iguales, y pareciera ser una cacería constante, donde las presas ya no significan nada y nos motiva sólo el placer de tener una, otra y una más.

Podría decir que lo contemplé con lastima, es más incluso pude imaginarlo un par de décadas adelante, en alguna noche de año nuevo, refugiándose en el barullo de algún restaurante lujoso y bonito, alzando una copa hacia el vacío, con recuerdos impalpables que nunca significaron nada.
Y me alejé, deseándole una mejor fortuna a aquella desdichada mujer que como yo estaba detrás de un hombre indomable, insensible y con casi cuarenta años vacíos bajo el brazo. Me alejé deseándole una mejor suerte, compadeciéndome de una mujer que tantas veces supe ser, y sigo siéndolo gratuita y concientemente.
Me alejé detestando a esa clase de hombres que por desgracia son los únicos que me anulan la razón, ignorando que a mi manera aprendí a ser casi tan insaciable e indiferente con todos ellos.
Y después de todo no había demasiado que nos diferencie.

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