Duele, y duele mucho más perder el orgullo para decirlo.
Ya te dejé de odiar, sí a vos, que seguramente de vez en cuando te asomas por la única brecha por donde podés espiar y contemplar la manera irreversible en que fue retorciéndose mi vida... a vos, ya no te odio, ya conseguí nuevos hombres que me enseñan día a día a odiarme un poco más a mi misma por elegirlos.
Esta mañana me odio un poco más que de costumbre, y aunque retrocediera los meses jamás lo hubiese imaginado, jamás podría confeccionar los peculiares desenlaces que suelo darle a las cosas.
Cuando ajusté mi bufanda al cuello y cerré la puerta me encontré frente a la realidad más triste de todo ser humano, esa parte de la existencia que ninguna persona debería contemplar jamás en su vida. Y sin embargo al cruzar el pórtico y bajo la luz tenue de un feriado nublado, la encontré. La calle desierta, las mil ofertas falsas y la mugre que espolvorea el pavimento... Una inmensa metáfora, casi una consecuencia directa de la vida, o de los que la vivimos.
Hace mucho no me sentía tan sola como en esta mañana, hace mucho que no sentía esa impotencia ferviente en la sangre. Me encontré siendo una hormiguita en un planeta de dinosaurios... donde todos ellos trataban de pisar o devorarme. La maldad lo hace a uno fuerte, grande y poderoso, pero la bondad te vuelve inmortal. Y así será como van a lograr consumirme las ilusiones y esperanzas, destrozarme el corazón en pedazos, volverme fría, insensible y distante... pero jamás van a lograr enfrentarme conmigo, y mientras me tenga a mi misma con la mente tranquila y las manos limpias, no van a encontrar manera de ubicarme por debajo.
Me arrepiento, por primera vez me arrepiento de haber perdido el tiempo. Hoy me quedan únicamente la desconfianza y ese deseo, ya agonizante, de que alguna vez le devuelvan mi sufrimiento, y que en lo posible sea un poco más punzante .
No hay comentarios.:
Publicar un comentario