No tengo dudas, no tengo esperanzas, y creo ser idiota por elección. Realmente no creo que la felicidad esté al fondo de siete copas, o en alguna de las colillas de los veinte cigarrillos de la box, ni tampoco del otro lado de los labios de algún galán perdido que me invite a bailar. Por empezar, no creo que la felicidad sea tan insana y tenga un precio tan alto...
Y aunque estoy segura de que definitivamente no lo es, lo que ahora pasa por mi cuerpo es tan parecido que se siente real. Un efecto anestesiante, un pase libre, una excusa para todos mis deslices.
Pero la felicidad no siente remordimientos, ni se sostiene de la amnesia. Todos mis mañanas asesinan mi presente, o tal vez sea al revés... Junto al miedo y los errores, vivo enroscada entre el estancamiento y la comodidad. No tengo justificativos para ser como soy, no me arrepiento, no me disgusto, sino sencillamente me transformaría. Estoy sola, y tengo mil maneras de expresar lo que necesito, tengo cientos de estrategias para engañarme, y autoconvencerme de estar buscando algo cuando lo que me inquieta es otra cosa.
Puedo tener un excelente control mental, pero cuando estoy a solas con mi inconciente, sabemos quien de los dos miente.
Si sería felicidad debería estar bien ¿no?... Claro, eso es fundamental...
Y sin embargo no es así. Y yo sigo sintiéndome falsamente feliz.
¿cómo podría ser?
No me juzgues, no critiques, ni menciones que harías en mi lugar, por favor no digas más. No existe diagnóstico acertado cuando se trata de mi, no quiero que le busques nombre a aquello que sufro o disfruto. Soltame la mano y sin confiar en mí, no hay promesa que pueda mantener.
Soltame la mano ahora, o no me sueltes jamás.
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