El esmalte negro descascarándose sobre sus uñas casi inexistentes, los párpados superiores inflamados, las pestañas agrupadas de tres a seis. Ojotas, unos jeans pescadores deflecados y un sin fin de garabatos sobre su cabeza entrelazando sus cabellos a medio teñir con sus pensamientos descoloridos.
Era un bellísimo diamante cubierto por una capa de barro de unos cuarenta y cinco centímetros de grosor. ¿Faltaba pulir?
"¿A quién vas a culpar? Por estar enterrada tantos metros dentro de vos misma.. ¿A quién vas a señalar? Cuándo busques al ladrón que se llevó todas tus sonrisas.. ¿A quién vas a buscar? Cuando se te hayan perdido todas las caras amigas.."
Se preguntaba frente al espejo, y aunque inmutable, el espejo con sólo reflejarla respondía correctamente a todas ellas.
Duele no reconocerse cuando se tiene enfrente uno mismo, los años no pasan solos, a veces cuando pasan se llevan consigo algo de vida.. y de a poco nos vamos apagando.
De a poco también comenzaban a reflejarse esas pequeñitas, casi imperceptibles marcas de la angustia, esas que la vejez remarca y sobre nuestra cara misma publica nuestra vida, delatándo el pasado de uno.
Y uno entonces, aprende a reprocharse todas las mañanas en el espejo el no haber podido aprender nunca cómo sobrellevar las angustias.
No hay retrato más dramático que el de la juventud desesperanzada. ¿Cómo de antemano inciendar un futuro todavía no escrito?
Podía cansarse de todo lo que la vida le diera o le quitara, pero de sufrir... ¡Dios, sí que le gustaba sufrir! Por las mismas cosas, una y otra vez, y a la par, incesante, buscaba nuevas formas de provocar más dolor, de todo tipo, experimentarlo, sentirlo, reproducirlo..
Hasta una vez llegó a jurarse, no morir sin antes convencerse de que es algo realmente 'bueno' sufrir, y que debería gustarnos y disfrutarlo de la misma manera con la que gozamos y recibimos al amor y a la alegría.
Era inocente, aun en todo lo que había experimentado, podían ensuciarla y pisotearla, pero al día siguiente amanecería limpia y erguida. Era impermeable, reciclable, era su valor lo que permanecía intacto sin importar cuan fuerte dispararan.
Cerraba sus puños e inocua rezaba por una justicia divina, contradiciendo su vida misma, sus estudios. Se sentía incapaz, no apta para aplicar por su mano la justicia... ¿Acaso el tiempo es renovable?
No todas sus cicatrices fueron fruto de su propio arte, habían sido muchísimos los artístas que habían echado mano para lograr esa escultura de mujer dañada, esos trazos, profundos surcos que sólo los rellenaba el dolor. Pero ella permanecía en silencio, guardándose para sí el nombre de cada uno de sus asesinos, sabiendo que detrás de cada homicidio estaba la previa invitación que ella misma les había entregado, deseosa por morir en sus brazos.
"¿Cuántas veces es necesario morir para empezar a vivir?"
Ahí estaba, dentro de ese interrogante, la estima derramada: ¿Por qué creía que debía pagar un precio por ser feliz?, ¿por qué se convencía de merecer sufrir para luego quitarse la culpa al sonreír?
A veces uno no tiene la capacidad de verse con sus propios ojos, y cuando se busca a uno mismo en los espejos, vemos lo que nuestras mentes piensan y no lo que la realidad refleja.
Ella, muy inteligente y sagaz, que brillaba en la velocidad que tenía al pensar, era ciega, y su visión se limitaba a lo que veían los demás.
Se puede decir que todos los párrafos son un mismo pensamiento de mi cabeza, que todavía no fue pensado (dándole validez a la redundancia, o sustituyéndola por 'procesado').